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Thursday, December 15, 2016

La formación del intérprete: reflexiones de un joven colega recién llegado a la profesión


por Guiomar Stampa (AIB) y Aitor Martínez



Muchos socios de AIB creemos en la importancia de una buena formación profesional antes de adentrarnos en el oficio del intérprete de conferencias. De ahí que muchos de nosotros nos dediquemos a la formación en diferentes universidades. Uno de nuestros alumnos, Aitor Martínez, terminó con éxito en junio de 2016 el máster de Traducción, Interpretación y Estudios Interculturales en la Facultad de Traducción e Interpretación de la UAB en la especialidad de Interpretación de Conferencias.  ¿Quién mejor para relatarnos sus impresiones? Aitor nos lo cuenta:
Llega junio de 2011, se cierran actas, y cinco años de asignaturas más o menos tediosas quedan coronados por una nota media ponderada, un súbito estado de euforia, un par de resacas leves y unas inmensas ganas de comerse el mundo. Y el manido «¿y ahora qué?» es el que se encarga de despertarme y volver a ponerme los pies en el suelo, de dejarme en una suerte de «título en mano y yo con estos pelos». Sin tener todavía un rumbo claro, para mí la respuesta pasaba entonces por abandonar el refugio que representa la vida académica y sus caminos pretrazados y lanzarme de lleno a buscar mi vocación en un mercado laboral que, pese a todo, no pasaba por su momento más boyante.
Así, tras varias incursiones en Asia y varios trabajos dispares y precarios que, pese a todo, me dieron ahorros y anécdotas suficientes como para rellenar varias sobremesas familiares, volví a encontrar mi sitio —y, por fortuna, la estabilidad—, en el mundo de la traducción. Ahora bien, el recuerdo del micrófono y la cabina, explorados tímidamente en los tiempos de la facultad, seguía vivo y dejándome un gusanillo que había que acabar matando tarde o temprano, por lo que cursar el máster de Interpretación en mi antigua facultad me parecía el siguiente paso más lógico.
He de decir que algunos conocidos «de cuyo nombre no quiero acordarme» supieron de mis planes y, entre dimes y diretes, intentaron disuadirme. «Un máster en Interpretación no sirve de nada, lo que hay que hacer es meterse en cabina y practicar. Además los intérpretes allí se lo tienen muy creído y piden condiciones imposibles. No tiene nada que ver con el mundo real» es el resumen aproximado de todos los argumentos que me lanzaron. Pero yo, fiándome más de antiguos profesores de la facultad y colegas con una trayectoria más que destacable, me puse el mundo por montera y decidí hacer la preinscripción. Ahora, una vez cursado el máster, valgan las siguientes líneas como respuesta a los que quisieron convencerme de lo contrario:
«Un máster en Interpretación no sirve de nada, lo que hay que hacer es meterse en cabina y practicar». Si hay algo que me sorprendió gratamente del máster de Interpretación de la UAB fue su enfoque eminentemente práctico. El hecho de contar con profesores que a la vez son profesionales del sector nos alejó de disquisiciones teóricas estériles y, ofreciéndonos las bases académicas mínimas sobre la profesión, nos permitió aprender las técnicas de la interpretación de la manera más efectiva: mediante la práctica. Y más práctica. Y más práctica. Además, el máster no deja de proporcionar un entorno seguro en el que equivocarse, en el que hacer preguntas, y, sobre todo, en el que recibir comentarios, críticas y consejos. En este sentido, conviene remarcar que el número reducido de alumnos en el aula nos permitió un asesoramiento continuo en el aprendizaje y la posibilidad de practicar y ser escuchado y valorado en todas las clases. Habiendo dicho esto, con toda sinceridad, la idea de lanzarse a la piscina en un entorno real sin la formación adecuada, esperando a aprender por ciencia infusa —con las posibles consecuencias en la calidad de la prestación y en la autoestima del valiente de turno—, no deja de espeluznarme.
«Los intérpretes de esa casta se lo tienen muy creído y piden condiciones imposibles». Más allá de las destrezas y habilidades que se adquieren en el máster, algo que me parece todavía más fundamental es el respeto por la profesión que se nos inculcó desde el primer día. Y dicho respeto tiene dos implicaciones necesarias: por un lado, considerar la importancia y el papel que desempeña la profesión implica que el alumno-intérprete se exija unos mínimos de calidad. «No todo vale» creo recordar que fue una de las frases más recurrentes en el aula, y esto se aplica tanto al contenido, al que teníamos que ser fieles en todo momento, como a la forma, lo cual se traducía en un especial mimo con nuestra lengua de llegada. En este sentido, creo que todos los alumnos fuimos plenamente conscientes de lo que se esperaba de nosotros como profesionales. Por otro lado, esta autoexigencia implica también valorar la profesión, es decir, exigir unas condiciones de trabajo mínimas y una remuneración digna que tenga en cuenta las horas de formación —que, como pronto aprendimos, no se acaban tras los exámenes finales. Aquí tampoco vale todo.
«No tiene nada que ver con el mundo real». Obviamente resultaría irreal pensar que con una formación de uno o dos años, uno está preparado para abordar cualquier situación como intérprete. Creo que ni tan siquiera tras muchos años de experiencia. Cierto es que la práctica hace al maestro y que el máster no es más que la piedra fundacional de lo que puede convertirse en una carrera difícil pero gratificante. No obstante, sirve para sentar las bases, las destrezas básicas de la profesión y la resistencia psicológica intrínseca que se va labrando día tras día en el aula y que nos prepara para afrontar una situación real y a la vez nos fuerza a asumir que habrá momentos complicados y situaciones mejor o peor resueltas, pero que los mínimos de calidad, como decía anteriormente, deben estar siempre presentes. Y que, por recurrir al tópico, the show must go on.

Pocas semanas después de finalizar el máster —esta vez con una euforia mucho más desbordada que la de los tiempos de la licenciatura— tuve la inmensa suerte de enfrentarme a mi primera consecutiva real. Mi libreta fetiche, varios bolígrafos, muchas ideas sobre el tema de la reunión, y la sala llena. Segundos antes de tomar el bolígrafo y empezar a tomas notas, creía oír en mi cabeza la pregunta que una de nuestras profesoras nos planteaba antes de cualquier consecutiva: «¿Qué vas a hacer?». «Comunicar», me dije. Para lo que quizá no me había preparado el máster fue para ver cómo el orador, presa del asombro, se dedicaba a fotografiar los garabatos de mi libreta mientras yo pronunciaba mi prestación.

Friday, November 11, 2016

INTERPRETAR “AL OTRO LADO DEL CHARCO”: ENTREVISTA A SARITA GÓMEZ-MOLA



Por Lourdes Ramírez, Intérprete de conferencias, AIB






Tuve el privilegio de conocer a Sarita a principios de los años 90 en Ámsterdam. En aquella época yo vivía en Bruselas y, como en los Países Bajos por aquel entonces no había más que media cabina española que trabajara en condiciones AIIC, - ella - nos contrataban con mucha frecuencia a varios colegas de Bruselas para reuniones de mercado privado.

Sarita dejó su Cuba natal en el año 1961. Tras pasar por España y Suiza - donde cursó estudios universitarios - se formó como intérprete en la ESIT en París y entró en AIIC en cuanto reunió los requisitos.

Su trayectoria profesional es rica y dilatada. Ha trabajado en 3 regiones AIIC diferentes antes de dar el salto a Estados Unidos.  Actualmente reside en Houston desde 1999 y es miembro de la ATA (American Translators Association) que cuenta con más de 10.000 miembros, incluyendo los 4.156 de la División de Intérpretes.

En esta entrevista nos describe los rasgos más destacados del mercado norteamericano, haciendo especial hincapié en su experiencia como intérprete judicial.

PREGUNTA: - Sarita, tras vivir y trabajar en Países Bajos, España y Noruega en unas condiciones bastante regladas. ¿Cómo fue la experiencia de aterrizar en EE.UU y abrirte un hueco en ese mercado?

Dejé un mercado donde la única condición que no estaba normalizada (y formalizada de antemano) era si en la cabina ocuparía el asiento de la derecha o el de la izquierda y aterricé en un salvaje oeste donde el alcance de AIIC era prácticamente nulo: ni el contrato, ni la cabina, ni siquiera el segundo intérprete se podían dar por sentado. Tuve que hacer lo que no había necesitado nunca: analizar, para saber explicarlo, el porqué de todas y cada una de nuestras condiciones de trabajo.

PREGUNTA: - Has trabajado para el departamento de Estado y otros órganos del Gobierno. ¿Cuáles son los requisitos y las condiciones?

Para poder trabajar en el Departamento de Estado es obligatorio pasar un examen que organiza su oficina de Servicios Lingüísticos. La pertenencia a AIIC no es un eximente. Para el Security clearance se somete al candidato a una investigación que incluye una entrevista.

Las condiciones de trabajo allí son condiciones AIIC. Si la reunión es bilingüe, se hace con dos intérpretes que trabajan en ambos sentidos. Cuando las reuniones son itinerantes, se prescinde de la cabina y se utiliza un equipo portátil.
Algunas misiones en el extranjero de funcionarios estadounidenses (inspectores de la FDA, por ejemplo) se hacen en consecutiva con un solo intérprete.

PREGUNTA: Estás acreditada para trabajar en la judicatura, donde tienes mucha experiencia. ¿Cómo es interpretar para los tribunales?

En EE. UU., en la combinación inglés <> español existe una gran demanda de intérpretes para atender las necesidades de los inmigrantes en sus contactos con el sistema judicial. Hay grandes diferencias entre la interpretación de conferencia y la de tribunales en cuanto a las destrezas que se necesitan, las condiciones en las que se realiza el trabajo, los oradores que se interpretan, el protocolo, incluso la ética.

En las conferencias, se interpretan presentaciones y debates entre expertos en un mismo tema que suele ser técnico, lo que entraña dominar la terminología, además de la lengua culta.

En el sistema judicial, gran parte del tiempo lo que se interpretan son diálogos entre superiores y subordinados –por ejemplo, abogado y testigo, juez y acusado-- a veces en situaciones de gran tensión nerviosa. En ciertos actos procesales, esos diálogos son guiones que se repiten, lo que reduce la dificultad del trabajo. Pero también hay una gran diversidad temática, sobre todo en las declaraciones juradas que se toman de los testigos fuera de los tribunales, y hay que saber interpretar en todo tipo de estilos y registros lingüísticos, además del jurídico, y conocer los regionalismos y coloquialismos dialectales de distintos países.

Por ejemplo, un juez que quiere ser clemente, en busca de una circunstancia atenuante, pregunta a un imputado mexicano: “¿Por qué cometió usted el delito?” El imputado contesta: “Porque se me hizo fácil”. ¿Qué quiere decir con eso? ¿Que calculó que le sería fácil salirse con la suya? Las interpretaciones más naturales, “because I found it easy to do” o “because I figured it would be easy for me”, dan a entender al juez que hubo mens rea, intención de delinquir. En realidad, lo que quiso decir el inculpado es: “actué de manera impulsiva y sin pensar en las consecuencias”. O sea: “I didn’t think it through”, “I didn’t think of the consequences”. Las dos interpretaciones pueden repercutir de manera muy distinta en la severidad de la sentencia.                                                                                                             
Otro ejemplo: en un juicio contra el supuesto jefe de una banda de narcotraficantes, el fiscal pregunta a un testigo centroamericano: “¿Por qué estaba usted haciendo guardia en la casa donde se escondía la droga?” El testigo responde: “Porque ocupaba dinero”. ¿¿¿??? Un intérprete de conferencia puede interpretar toda su vida a delegados de Latinoamérica y nunca oír esa expresión. En EE.UU., un intérprete de tribunales la interpreta constantemente. ¿Traducción?: “Because I needed the money”.

En muchos estados, como en Texas, ejercer la interpretación judicial implica aprobar un examen. Una vez conseguida la licencia, hay que renovarla anualmente mediante un curso de formación continua de ocho horas con un componente de dos horas de ética.
La certificación más prestigiosa (y lucrativa) a la que puede optar un intérprete de inglés <> español en EE. UU. es la que lo habilita para trabajar en los tribunales federales. Son dos rigurosos exámenes: uno escrito y (al año siguiente) uno oral de consecutiva, simultánea y traducción a la vista. La ATA ofrece una certificación en traducción escrita, previo examen no menos exigente (de ello puedo dar fe, porque pertenezco al grupo de inglés al español que elabora y califica los exámenes).
En un país tan litigioso como lo es EE. UU., es lógico que se dé tanta importancia a las certificaciones. En un tribunal, una interpretación poco profesional puede dar lugar a una injusticia. En un hospital, a una demanda por negligencia médica.

PREGUNTA: - ¿Cómo se organiza el trabajo en el mercado privado, cómo se gestiona la oferta y la demanda?

A falta de certificaciones para la interpretación de conferencia, los clientes suelen dar por válidas las que existen, a pesar de que poco tengan que ver con ella. Hay muchos vendedores de servicios lingüísticos de todo tipo, directores de proyectos, proveedores de equipo, organizadores de eventos, que no son intérpretes de conferencia. Esa situación me impulsó a emprender un proyecto educativo que consistió en la creación de un sitio web (www.ConferenceInterpreting.info) y un librito electrónico titulado (Don’t) get lost in interpretation: a guide to hiring professional conference interpreting services in the Unidad States.

El librito está dirigido a usuarios, intérpretes y proveedores de intérpretes y resume la información que la AIIC ofrece en su sitio web, enfocada hacia el mercado privado EE. UU. El argumento de partida es que la interpretación es un servicio y, como tal, no se puede probar antes de usarlo. Por lo tanto, es conveniente saber reconocer a un buen proveedor de servicios lingüísticos y ser capaz de evaluar las credenciales de un intérprete. El librito también proporciona las claves para el buen rendimiento del servicio: contratar intérpretes cualificados en número suficiente, dotarlos del equipo necesario, proporcionarles la información que necesitan para prepararse de antemano.

En conclusión, podríamos decir que el ejercicio de nuestra profesión no se diferencia tanto a uno y otro lado del Atlántico. Para hacer un buen trabajo, los intérpretes tienen que disponer de buen sonido, poderse documentar para la conferencia y trabajar en equipos de como mínimo dos. Lo único es que en el mercado privado de EEUU (en comparación con el de Europa), el intérprete pasa más tiempo educando a los clientes, colegas y proveedores de intérpretes no experimentados.

Donde sí hay un elemento diferenciador es en todo lo relacionado con la interpretación a distancia - muy practicada en un país con distancias tan enormes – y en la remuneración del intérprete - que puede llegar a ser por minuto (¡!) - pero es una cuestión que merece todo un capítulo aparte y quizás el tema de otra colaboración futura -.